8 de septiembre de 2021

Seres narrados y narradores

Armand Schomberger


Hay diferentes formas de narrar y cada una de esas formas mantiene una lógica particular. De esa forma no es lo mismo contar un cuento, fantasear distorsionando la realidad o escribir un ensayo científico. Hay narraciones que no admiten contradicciones, hay otras en las que las contradicciones y los absurdos son precisamente su encanto. Antes de nacer nuestros padres hablan de ese hijo por venir, se cuentan cuentos y fantasean, muestran un deseo que de alguna forma ya nos conforma. Así que somos seres narrados. Mas tarde como seres de este mundo también somos narradores de mitos, leyendas, creencias sobre nuestra nacionalidad que pasan a conformar un bagaje culturan que nos identifica. Esa libertad plena y total originalidad no existen.

Las narraciones van cambiando y con ellas también vamos cambiando nosotros. Ahora tenemos una serie de creencias que anteriormente no teníamos. Cada vez se afianzan más seguridades basadas en una total fantasía; se cree en seres todopoderosos que persiguen para echar un mal de ojo, para no dejar progresar o desear mal. O por el contrario para proporcionarnos todo el bienestar posible. Esto lleva a implementar rituales que protejan o a una entrega inerte. Mucho de lo que se escucha y observa en la vida cotidiana podía ser entendido como síntomas psiquiátricos, ya no, se ven como pertenecientes a una lógica de la conspiración, todos o casi todos bajo sospecha. Cambiamos y cambió nuestro mundo dejando una sensación de extrañeza y desorientación. Toda narración es susceptible de ser cambiada y falseada, presenciamos, como nunca, multitudes de relatos que hacen imposible la unión en torno algún proyecto. Cada quien mantiene su percepción. Somos seres narrados y narradores.

Es muy importante estar atento a lo cotidiano, a lo común y sencillo porque es allí donde conseguiremos algunas claves para entender y entendernos. Pero no se observan estos datos adecuadamente si no estamos armados con conceptos y un marco general que nos proporcione contenido y orientación. No hay buenas conclusiones con una cabeza vacía. La cotidianidad es la materia prima de la filosofía la cual debe apuntar a la estructura y hoy no se puede hacer filosofía si se desconoce al psicoanálisis, rama del saber que apunta a la estructura y funcionamiento del sujeto. En un muy interesante artículo Fernando Mires ilustra un cambio sustancial en el mundo de hoy, el sujeto pasó a ser el centro de los movimientos políticos. Al desaparecer las grandes narraciones ideológicas quedó el sujeto y sus deseos mostrando su inconformidad y sus equívocos. Si queremos acercarnos un poquito a este laberinto es necesario entender en qué nos hemos convertido. Seres incoherentes, lábiles, supersticiosos, inconsistentes. No todos por supuesto solo hablo de ese sujeto público.

A veces me divierto fantaseando que ese que discursea contradiciéndose en cada frase y omitiendo la negación es un paciente bajo las reglas de la asociación libre. No van a encontrar la verdad social porque no la están buscando, solo buscan su propia imagen distorsionada en narraciones regidas por el proceso primario. Claro el que escucha se mantiene perplejo y cada vez nos decimos con mayor convicción y asombro “cómo me pude equivocar tanto” yo me pregunto ¿cómo no equivocarse con seres incoherentes, sin discurso propio? Imposible. Cuando oímos a un paciente nos mantenemos callados, siempre he pensado que no se trata de una táctica analítica sino porque en realidad no entendemos nada hasta que el paciente se comienza a acercar a su verdad y su cuerpo habla. Nos estamos enfrentando a discursos vacíos que revelan un sujeto ausente. Hablan sin comprometerse con sus palabras, es un vacío de subjetividad. Creemos que los conocemos, pero son fachadas lo que estamos observando.

Nos falla y gravemente el factor humano y en ese hueco desaparece toda construcción creativa de lo social.

 

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