Sándor Márai |
De la mano de Sándor Márai vamos transitando uno de los capítulos más dolorosos
de la vida del escritor y de Europa Central. Un libro íntimo que nos hace vivir
junto con él su desgarramiento personal. El ritmo que le imprime es reflejo de
la tristeza profunda que lo embarga al constatar que paulatinamente y sin
alternativas tiene que irse del mundo que amó y lo acompañó. Libro que escribe
20 años después de haber vivido lo que narra, con una memoria sensible
prodigiosa porque son tan vivas sus emociones que es fácil pensar que los está
viviendo mientras escribe. Y no hay contradicción Sándor vuelve a desgarrarse
el alma para dejar este testimonio al mundo.
Contando con una claridad de ideas y profundidad en su mirada
histórica puede penetrar psicológicamente a los ocupantes rusos en Budapest y con
una admirable inteligencia irónica hace de este relato una lectura apasionante.
Nada le es ajeno ni siquiera los bárbaros que lo están despojando de sus
arraigos. Se interesa por preguntarse quiénes son y qué quieren. Qué quieren de
él y su respuesta, no inmediata, fue “quieren mi alma”. No deja de lamentar la
indiferencia de Occidente por la suerte de cien millones de seres que formaban
el antiguo imperio Austrohúngaro. Hecho que nunca podrá perdonar, pues implica
a hombres libres que fueron masacrados por el comunismo. Toda una forma de vida
que fue extinguida y que va a dejar un vacío irrecuperable en el alma sensible
de un gran escritor.
Nadie como él para expresar su desbastadora constatación de
como el ser humano bajo estos regímenes se va tornando irrelevante, solo opera
una maquinaria que tritura todo a su paso. “El político ruso igual que el
operario ruso, sabe que su persona no importa mucho: no importa que fuese un
revolucionario excelente, de total confianza, al principio de la revolución,
cuando todavía se luchaba en las barricadas; no importa que consiguiese
notables logros en los tiempos en que había que reconstruir la industria rusa;
no importa que fuera un obrero modélico de veinte años atrás; en el régimen
ruso solo importaba si hoy, a las cuatro y media de la tarde, es posible
utilizar al hombre en cuestión, es decir, el material disponible”. El desprecio
manifiesto por la cultura y la craza ignorancia de los soldados rusos es
descrita en una frase profundamente humana “Intuían, como los primeros
cristianos, que solamente una solución espiritual podía salvarlos del profundo
y desértico vacío desesperanzado de su vida de termitas”.
El silencio es un tema que resalta con insistencia en el
largo recorrido por la descripción de una tragedia. “El ser humano no solo actúa, habla,
piensa y sueña a lo largo de su vida, sino que también calla: durante toda
nuestra vida callamos sobre quiénes somos, sobre ese ser que solo nosotros
conocemos y que no podemos revelar a nadie. Sin embargo, sabemos que el ser
sobre quien callamos representa la verdad: ese ser somos nosotros mismos y
callamos sobre nosotros mismos” Silencio que se hace decisivo al momento que
decide emigrar. Sus libros habían sido silenciados y su oficio de escritor
incomoda a un régimen totalitario, así que había que marchar mientras hubiese
posibilidades y le quedaran fuerzas morales. Nunca adoptó las posturas
bonachonas que imponen las posiciones puristas, más bien fue un duro crítico a
los perdonavidas, indiferentes y tolerantes “¿Odias lo mismo que yo odio o bien
eres indiferente y tolerante? Quien no logra odiar bastante acabará siendo
odiado”. Y comenta que cuando la gente comprendió que no valía la pena esperar
a nadie ni a nada, empezó a odiar.
Estuvo un tiempo aletargado y apático, estados de ánimos que
comprendió más tarde interrogándose “Solo más tarde llegué a comprenderlo:
estaba apático porque me aburría la maldad constante y generalizada y la
inmoralidad idiota y testaruda. No hay nada más aburrido que el crimen decía
Maritain. Si, Satanás es puro porque no miente: no desea más que el Crimen.
Pero el Crimen es estúpido y aburrido”. Se vivía con la sensación de que ya no
había posibilidades de hablar con nadie, pero sí de callar con los demás.
Leer este libro en nuestro momento es desgarrados por las identificaciones
que uno hace inevitablemente, pero también muy aleccionador sobre qué nos pasa
y porque reaccionamos como lo hacemos. Nos ayuda a ser más comprensivos con
nosotros mismos en nuestro sufrimiento a través de una mirada amorosa de un
alma profundamente humana.
Leyendo su denso análisis y aunque no he leído el comentado libro, quisiera saber más acerca de su análisis de la frase citada en relación al odio. No tengo claro que sí no se odia se terminará siendo odiado. Me gustaría alguna reflexión suya. Gracias
ResponderEliminarEl escritor en su misión, dar testimonio a través de si mismo en sus sentires y pesares de una época y de las otras que contiene,"Nos ayuda a ser más comprensivos con nosotros mismos en nuestro sufrimiento a través de una mirada amorosa de un alma profundamente humana". Gracias
ResponderEliminarLa irrelevancia del ser, es el nodo que caracteriza estos sistemas, es el Reino de la razón utilitaria, que se desentiende también de la historicidad de la experiencia humana, es un línea de Pensamiento que invita a la reflexión y el entendimiento, en tiempos de vaciamiento del ser a través de una perfecta maquinaria de destrucción civilizatoria
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