Porque bien decía Plauto el hombre es el lobo para el hombre,
y no hombre, cuando desconoce quien es el Otro.
Cuando somos muy pequeños pedimos todo a gritos. Cualquier
necesidad -hambre, frío, dolor- será reclamada con llanto para llamar la
atención del progenitor o de quien esté al cuidado del bebé. De parte del
adulto estará el comenzar a poner en palabras lo que le pasa al niño, ¡tiene
hambre, hay que arroparlo y cambiarle el pañal! Las patologías más severas se
gestan por la incapacidad de interpretar al bebé y como consecuencia no dialectizar
a la pulsión. Una vez que tengamos palabras para representar la pulsión esta
podrá ser inconsciente, antes será un puro goce, una perturbación del cuerpo.
No habrá nunca armonía del goce con el cuerpo, lo que terminará enfermando,
acabando al sujeto y acabando las sociedades.
El análisis que se hace de una sociedad y de su tiempo no
puede excluir las características del ser humano que las conforman. Los goces
humanos cambia según las modas, las épocas y lo que el mundo ofrezca. Suele
forjarse una especie de uniformidad y muchas personas querer lo mismo o
precisamente quererlo porque el otro lo tiene o lo desea. Las eternas
rivalidades, celos, la lucha por el prestigio. No madura nunca el ser humano
pero esta época se está destacando por una escasez exagerada de razonamientos y
sensatez y un desborde de demanda alocada por satisfacciones a gritos. Nadie se
entiende pero como salvajes se lanzan con la mayor iracundia, emitiendo sonidos
prelinguisticos y destruyendo lo que a las civilizaciones, al lenguaje y a la
cultura le ha costado tanto esfuerzo construir. Esta falta de capacidad
elemental no permite la conformación de sociedades. Como no habría familia con
todos sus miembros pegando gritos.
Es los que los sociólogos han denominada masas y el clima
propicio para los populismos. El mundo que observamos hoy está lleno de rabia,
las personas iracundas; en conversaciones sencillas y ante cualquier conflicto
se quiere brincar a la yugular y anular a la otra persona, de entrada, antes de
dirimir el conflicto por otros medios, que los hay, y no tener que llegar a medidas
extremas. Para nada se contempla el daño que se hace excluyendo a una persona
de su comunidad sin haber evaluado suficientemente la situación. Por cualquier
malentendido se puede abandonar responsabilidades en común con otras personas, ¡me
molesté, ahora encárgate tú! Fernando Mires afirma “estamos viviendo una nueva
arremetida de los representantes de la anti-sociedad de masas dirigida en
contra de los soportes políticos de la sociedad de clases”. Es como si estos
seres que hoy conformamos las comunidades no hubiésemos crecido nunca, como si
todavía conserváramos un pensamiento mágico y la creencia que con solo
necesitar y chillar tendríamos lo que queremos.
Este apego al goce acarrea nuestra muerte y las de las
sociedades. Será que ahora se va a vivir en una suerte de revoltijo salvaje con
un tirano a la cabeza ordenando que en realidad ese goce sea todo para él. ¿Es que
no se le enseñó al ser humano a hablar, a pensar, a posponer, a simbolizar, a
construir en común con otros? ¿O fue que se aburrió porque los jugueticos no
estaban al alcance de todos y salieron a arrebatarlos? Digamos, los derechos
hay que conquistarlos pero haciendo sociedad con otros, conformando
instituciones, identificándose con los iguales en sus necesidades, considerando
que el otro está igual que yo. No me imagino este mundo que se está levantando
donde pareciera que se entienden las identificaciones como camisas de fuerzas. Ya
ni siquiera es incuestionable la identificación como hombres o como mujeres, no
importa la tendencia sexual que se tenga. Una cosa es la identidad y otro el
deseo. Lo último es que ya hay seres que no se sienten hombres ni mujeres ¿Qué
se sentirán entonces? Sería interesante saber al respecto, así que les pido
como Lacan a las mujeres, háblenme de su goce.
Es parte de lo que pasa también con nuestros políticos. No
están hechos de la pasta, ni poseen la entereza y determinación de los líderes
de antaño, lo que construyeron e hicieron democracia. Ni siquiera un enemigo
común los unió porque al narciso no lo une nada a un otro, es un yo henchido de
goce. La mayoría quieren dinero y poder y si el otro estorba bien, lo aniquilan
políticamente. De esta nueva generación no he observado a ningún líder que no
haya salido modelando y creyéndose vedette o lanzando objeto a una turba
enardecida. Espectáculos que avergüenzan y no resuelven nuestra tragedia. Quizás
estemos presenciando los resultados de “La civilización del Espectáculo” de
Vargas Llosa. Encaminados sin miramientos a la destrucción pareciera que nada
es capaz de detenernos.
En definitiva nos reconocemos como humanos o nos matamos.
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