Otto Dix |
Vivimos en medio de mentiras y trampas. Todo pareciera ser
una equivocación, un error de dimensiones macabras. La duda y el descreimiento
generalizado nos toman hasta niveles enloquecedores. No hay sosiego, no es
posible la calma de un pretexto que aminore el desgarramiento producido por
dolorosas emociones. Nuevos y peores golpes recibimos sin contemplación. Una
tortura cotidiana que no se hace costumbre para el ciudadano justo. Nos están
matando de dolor y es allí cuando los esbirros callan. Logran su objeto de
placer y se retiran al disfrute con los ojos y manos ensangrentadas. La mentira
y la maldad, la muerte y la impunidad son nuestros relatos cotidianos. Me
pregunto ¿Se puede vivir en el estiércol sin matar los sentidos? ¿Se puede
amanecer sin esta pesadez de saber que el día transcurrirá con dolor y rabia?
No, me respondo no se puede, nos están matando.
Fuerte la imagen de un hombre torturado en silla de ruedas
pidiendo socorro a gritos en un tribunal, ante la pasividad e indiferencia de
jueces cuya única función es impartir justicia. Rafael Acosta Arévalo asesinado
y el país continúa en su ruta con destino al abismo. Dicen que los países no
mueren que morimos sus habitantes. Me pregunto si no está muerto ese país que
conocimos y que amamos, recuerdo que no eran estos nuestros paisajes, olores y
sabores. Hoy todo es amargo. Sí, me respondo, mi país no es esto que hoy
presencio, mi país murió, me lo mataron solo me quedaron los recuerdos y un
lejano aroma familiar.
Entre el engaño, la confusión, la posverdad, las zancadillas
y los golpes irreparables ¿se puede mantener cierto equilibrio aunque sea
precario? Lo veo muy difícil, observo como enloquecemos. La realidad se hizo
cruel y verla de frente todo el tiempo sin descanso puede ser enceguecedor. Como
es posible, entonces, mantener los criterios orientadores para poder discernir
donde encontrar la verdad de los hechos. ¿Quienes son los responsables directos
de estos hechos? ¿dónde están escondidos en su aquelarre diabólico? ¿Cómo llegar
a comprender la maldad, el placer por hacer daño? Confieso que por mucho tiempo
que gaste tratando de entender siempre sé que no llego a su núcleo. Termino por
resignarme por dejar ese punto ciego que me es inaccesible, se me escapa. Pero
lo vivo y me maltrata es decir existe, es real.
Dicen que todo termina y empieza en nosotros, quizás sea
cierto en las vidas individuales. Aquello de que nacemos y morimos solos pero
una vez con vida somos arrojados a un mundo en el que compartimos lenguaje y
símbolos. Siento que no tenemos ya el mismo lenguaje y nuestros símbolos fueron
trastocados. Puedo imaginar a esos “jueces” con sus togas y oropeles símbolos
de justicia observando fríamente a un hombre torturado y el mundo de la
justicia y del entendimiento entre humanos se me desploma. Se pulveriza. No me
puedo trancar y aislar en un mundo de creación y descanso personal cuando por
las rendijas del refugio se cuela un aire helado de crueldad. No estoy sola por
más que lo desee, me acompañan los demonios. Resistir ya es una palabra que va
quedando estrecha, no todo es resistible. Quedan los gritos desgarrados de un
socorro en un tribunal.
Hoy me duele el alma, una vez más. Pero cada día la siento
más debilitada. También lo veo a mi alrededor, no me son ajenos mis semejantes,
me duele su dolor.
Tenemos necesidad de criterios internos, tenemos necesidad de
verificar, tenemos derecho a mínimas verdades y a la justicia. Tenemos derecho
a reclamar, a exigir, a despreciar y a maldecir. Tenemos derecho a disfrutar y
a descansar, deberíamos celebrar la vida y no arrastrarla con desgano. Todorov interpreta que para Platón y Aristóteles “la
verosímil es la relación del texto particular con otro texto, general y difuso,
que se llama opinión pública” aquello posible establecido por la sociedad. Es
posible la maldad y se nos vuelve imposible la justicia. ¿Qué es entonces para
nosotros lo verosímil? El maltrato, la tortura, la muerte en manos de demonios
que se multiplicaron en laboratorios experimentales al servicio del exterminio
masivo. Todos muertos de alguna forma, es lo que la mayoría sentimos y creemos.
Tomando la palabra del semiólogo Corax es esta realidad lo verosímil. A lo real
no tenemos acceso.
Espanta lo verosímil en nuestro infierno cotidiano.
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