Claude Théberge |
Estar aterrados y sobreviviendo, como estamos, trae como
consecuencia un vacío social. Una falta del accionar en conjunto para poder
entender las causas de nuestra precariedad. La gente está demasiado ocupada en
lo que Hannah Arendt llamaba “labores” surtir lo mínimo necesario para las
necesidades esenciales. Procurarse agua de cualquier manera, correr a
desenchufar los aparatos para que no se quemen durante las fluctuaciones de
voltaje. No se intercambian ideas no hay tiempo ni ganas para ello. Es como estar
hablando a gente que no quiere cuestionar sus hipótesis primarias. Es general
el criterio que estos son manejos de manos muy negras para castigarnos y por lo
tanto depende de voluntades, de que nos portemos bien y al final se les otorga
un poder casi divino. Atomizados sin poder hacer el trabajo competente con el
cual se hace sociedad. Resultado un vacío social, debilitamiento del sujeto,
terror y el enemigo exterior acechando en el imaginario.
No es nuevo y ya ha sido expresado por los estudiosos del totalitarismo,
quienes denunciaron los métodos empleados para el sometimiento del ciudadano.
El miedo y la propaganda sus principales aliados como bien los expuso no solo
Hannah Arendt sino Leffort, Habermas, y Heller entre otros. No es casual y
cumple un papel primordial la cantidad de mensajes falsos que circulan para
mantenernos en estado de terror, las personas los retrasmiten sin tomarse un
tiempo para verificar. Y no se le ocurra responder que eso es falso porque
salta el remitente a insultar. ¿Tú que te crees que eres más sabia que los
demás? O simplemente no hacen ningún caso y atrás viene otro más aterrador que
el primero. Cuando las causas no están bien identificadas las labores para
mitigar la catástrofe se desorganizan aumentando el caos. Si yo creo que esta
situación es causada por una persona que enchufa y desenchufa mi reacción será
distinta a si creo que esto es fruto de la incompetencia, corrupción e
irresponsabilidad sostenida durante 20 años.
Un vacío social que nos mantiene incompetentes para razonar y
conversar. Al leer a los intelectuales que se tomaron la molestia de pensar lo
podemos ver con toda claridad, por ejemplo tomemos una pequeña cita de Leffort
“El totalitarismo –si leemos a Arendt- nace de una sociedad despolitizada en la
cual la indiferencia ante los asuntos públicos, la atomización, el
individualismo, el desencadenamiento de la competencia no encuentra límites”. Sin
acción política efectiva seguiremos cada vez más atomizados y damnificados. Ya
no es suficiente aquello de “cuento conmigo” es necesario contar con los demás
porque el vacío es social. Heller subraya como esencial los actos de
comunicación humanas al igual que Habermas pero añade “todo trabajo humano es
una demanda de creatividad racional-finalista. La realización de la libertad
humana significa la socialización de nuestra naturaleza interna sin represión
tanto en la comunicación como en la creación”.
Ahora los mecanismos de terror y propaganda si son productos
de las mentes perversas que usurpan los medios de comunicación y nos mantienen
muy ocupados y sometidos. La situación es tan grave que es inexplicable como no
se ha producido un estallido social. Estamos muy ocupados buscando y
acribillando a nuestros enemigos externos y asustados con la avalancha de
desgracias profetizadas con las que somos constantemente amenazados. Demasiado
ruido para pensar. No es que no estemos amenazados, lo estamos, pero la amenaza
son bandas con armas y poder de disparar gozando de impunidad. Mientras tanto el
país se desintegra y la sociedad pierde lazos de unión y acuerdos. Todo lo
espontaneo o simple quedó trastocado y por ello requiere una cuota de energía
agotadora. Paso el día viendo que invento para poderme lavar el pelo y medio
asearme, que puedo comer y que consigo en automercados, como puedo pagar y
donde dejé mi linterna. Al final del día siento que corrí un maratón. Caigo
exhausta para medio dormir en medio de sobresaltos.
Súbditos de las
necesidades básicas por un poder ejercido perversamente. No hay tiempo para
gestionar las decisiones. Sin embargo hay una voluntad inquebrantable para desocupar
a Miraflores y un deseo colectivo de que esos lugares sean ocupados por seres competentes,
que los hay sin duda. Es el “cómo” lo que discutimos con pasión. Hay quienes
ven el final de esta tragedia cerca y a quienes se nos hace lejano. No ha sido
fácil quebrarnos, nuestra rebeldía nos ha permitido trascender la tendencia de
verlos invencibles y cosificarlos como objetos tabú, como advertía Freud. Basta
imaginarlos aterrados, con relajamientos de esfínteres, para situarlos en la
dimensión humana y darnos cuenta que también mueren. Dudamos de todo, incluso
de uno mismo, pero siempre estamos levantando promesas e imaginando un futuro
libre de usurpadores. Lo lograremos si nos integramos si llenamos ese vacío con
creatividad y trabajo, cuando desplacemos las promesas y la espera de
rescatistas por estrategias efectivas de liberación. Es el terreno de la
política.
La política no es una labor es una acción creativa producto
del razonamiento y adecuadas estrategias una vez identificadas las causas.
Tarea delicada y difícil en terrenos minados como el nuestro.
Pero dicho lo más o menos sensato les diré que si vienen a
rescatarme los recibiré con los brazos abiertos y un clavel.
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