Es sabido y además vivido los métodos que una tiranía utiliza
para mantener a una población sometida. El tirano principalmente se vale de las
emociones que despierta y de las armas. El miedo es su gran aliado lo cual
logra con un despliegue de propaganda efectiva y con métodos diversos donde la
muerte está constantemente presente. Hampa desbordada u organizada en bandas
amedrentadoras, el presentarse como todopoderosos, control de la información y
propagación de noticias falsas pavorosas. Vaya si sabremos de ello en estos
interminables largos años. Un constante lavado de cerebro que después de lavado
rellenan nuevamente pero de ideas provenientes de intoxicaciones ideológicas.
Las emociones se destapan de forma exacerbada y no encuentran asideros
coherentes para poderlas canalizar. Se entra de esta manera en una espiral de
vértigo y la vida se constituye en una simple y básica lucha por la
sobrevivencia. Una vez llegados a este precipicio el tirano se siente seguro y
allí se pierde.
Se puede siempre, con tenacidad y mucho coraje, revertir el
malestar y volver a retomar la lucha por la libertad. Se puede entender que no
se nos puede obligar a abrazar causas que no hemos escogido, que no tenemos que
resignarnos al maltrato y a vivir ocultos porque el peligro ya ni se sabe de
donde proviene. Los monstruos pueblan cada rincón de nuestra existencia
introduciéndose en nuestras casas. El diablo en cada esquina. Zygmunt Bauman en
su último libro “La maldad liquida” describe como de forma solapada la maldad
va infiltrándose sin que podamos detectar sus maneras “…el lavado de cerebro es
suficientemente habitual y evidente como para que haya sido puesto de
manifiesto, descrito y dado a conocer por muchos; de hecho resulta trivial
hasta el punto de que ha pasado a ser ya algo aceptado como inevitable e
imperioso”. Se va aceptando y entendiendo como “normal” lo que es impuesto. Ese
es sin duda el gran valor de la sociedad venezolana que nunca se resignó a
vivir en la ignominia y escondidos en subterráneos. Invisibles como ciudadanos.
Momento delicado sin embargo en el que nos conviene tener
nuestras emociones controladas. El reto que enfrentamos, aun no resuelto, es
enorme y sin precedentes. Daremos la talla con un poco más de humildad en nuestras
opiniones. Aquí cada quien cumple un rol interesante e importante pero no todos
estamos en el lugar de dirigir estas delicadas y difíciles estrategias. Confiar
en quienes están guiando los pasos es esencial aunque nuestra confianza haya
sido traicionada en eventos anteriores. No en una postura de fe y de amor
incondicional hacia los líderes, no es de exaltación de personalidades por
encima de su inevitable condición humana. No son las posturas fatuas de quien
siempre va en búsqueda de superhéroes que controle las catástrofes y nos libre
de todo mal, amén. Esos tiempos ya pasaron en los cuales se les confiaba a los
dioses nuestros destinos. La democracia precisamente consiste en la libertad de
escoger un modelo de sociedad en el que cada quien se dé a la tarea de ubicarse
a su manera. Vencido el miedo se acaba
el teatro.
Teatro macabro pero teatro al fin y al cabo. Montaron su
espectáculo aterrador de violencia y se apoderaron de nuestra imaginación que
se volteó contra nosotros mismos, como insiste Yuval Noah Harari es el modo
como opera el terrorismo. Los podemos derrotar y de hecho parece que ya el
trabajo casi está por terminar, en parte debido a que Guaidó no sobreactuó,
gracias a su temple sereno y ponderado. Mientras más grande sea la población
con este temple y determinación más seguro estamos de una gran celebración. Se
les acabó la capacidad de convencimiento solo les queda la fuerza bruta lo que
no deja de ser signo de debilidad. Maquiavelo nos ilustró en muchos aspectos
sobre los guiones del poder: astucia y fuerza. Las astucia se esfumó y ahora
vemos a los “invencibles” balbuciendo babiecadas por los medios de comunicación
bajo su control. Si no fuera por el odio que despertaron serian dignos de
lástima, pero no, nos producen un efecto catártico, nos complace verlos
congelados en sus trampas. El rey está desnudo ya no domina sino a la primera
combatiente y unos cuantos disfrazados barrigones. A nuestra sociedad ya no la
dirige.
“El poder se sostiene de un amplio consentimiento social para
evitar que su supervivencia recaiga única y exclusivamente en el uso de la
fuerza” insistió Guillermo O’Donnell y ese es el único temor que nos embarga,
que sigan matando nuestros muchachos en la calle, porque el otro componente
hace rato está perdido, solo nos faltaban canales para expresarlo. Tenemos el
peligro de las balas y el de nuestras propias emociones que han sido azuzadas
como formas de control. El amor, el odio y el miedo inculcados por los medios
propagandísticos, las informaciones falsas y su divulgación por las redes
sociales pueden tornarse en nuestros enemigos en momentos cruciales. Es difícil
pero necesario mantener la cabeza fría y estimación del cálculo, no es cuando
queramos es cuando podamos. Porque si de querer se trata ya hace mucho tiempo
estaríamos armando nuestra nueva sociedad y si vamos más allá no hubiésemos
nunca comprado entrada para este teatro macabro.
Convencida estoy que ya falta muy poco para que baje el telón,
ya las luces muestran una iluminación tenue, pronto llegará el momento para los
aplausos y para que con pasos firmes nos dirijamos a nuestras casas a celebrar.
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