Vivimos en un apuro cuando la situación que atravesamos nos es
desagradable. Creemos que nunca pasará, que no podemos y allí nos sentamos,
incómodamente, sobre la imposibilidad. Nos vamos llenando de miedos, la
angustia crece y comenzamos a actuar un tanto incoherentemente. Pero no queda
otra que esperar y estar atentos a la evolución de los acontecimientos. No todo
depende de la voluntad y el deseo individual para superar lo que nos aqueja y
más si se trata de un sufrimiento colectivo. Tampoco si se trata de un escollo
personal. Todo requiere reflexión, entereza de carácter, determinación,
estrategia y acción. Quejarse, culpar a los otros, atacar, llenarnos de rabia e
impotencia no logran sino alejar a los otros que necesitamos como apoyo,
compañía y ayuda. Ayuda efectiva o solo esa que proporciona una buena
conversación, un reflexionar en conjunto.
Al tiempo lo determina la multitud de acontecimientos que a
diario suceden, unos atrás de otros, nunca se detienen y son signos importantes
para saber cómo evoluciona un ayer y como nos encamina a un mañana. El
movimiento de los seres diría Aristóteles. Es frecuente quedar pegados a una
desilusión porque pasó lo que no queríamos que pasara, pero sí pasó y con ello
tenemos que continuar este dificultoso viaje. Hay sin embargo acontecimientos
que son tragedias y que nos cambiarán definitivamente, no seremos los mismos
nunca más. La muerte prematura de un ser querido, el abandono de los seres
desprotegidos, el maltrato cruel infligido por aberrados y criminales,
transforman a los dolientes inexorablemente. Nunca volveremos a ser lo que fuimos
y lo observamos con estupor cada día por las redes sociales. No conocía a mi
gente tan agresiva pero saben que en el fondo los entiendo perfectamente, son
cosas de un carácter no domeñado. Hay personas que necesitan expulsar el veneno
que nos inoculan diariamente y lo hace de esa forma, disparando a diestra y
siniestra. En esa catarsis van dejando una estela de agravios injustos que bien
merecerían una disculpa aunque sea tímida. La consecuencia es que no se puede
respetar al irrespetuoso.
Nada es seguro y menos para siempre. Aquello que creíamos
seguro un día se nos evapora; lo que percibíamos como concreto se vacía de
contenido cuando es sometido al escrutinio del pensamiento, ya lo decía Hegel.
Que le vamos a hacer hay que vivir con las incertidumbres, solo que a veces se
pasan. No es posible vivir sin tener lo más mínimo asegurado y ser empujados a
andar lupa en mano buscando huellas y dudando hasta de la sombra. Vivimos con
ciertas certezas que puede que se desvanezcan con el transcurrir del tiempo, pero
les echamos manos a otras que nos posibilitan un ancla para no enloquecer. Tengo
como cierto que de estos malandros que
nos agobian, maltratan y matan, tenemos que salir más temprano que tarde.
Porque ya se nos está haciendo tarde, demasiado tiempo, demasiados
acontecimientos dolorosos, demasiado sufrir y resistir sin avizorar claridad,
todavía, en el horizonte. Por eso es que comenzamos a delirar. A desear
cualquier salida por más inverosímil que esta sea.
Lo que no le puede ser disculpado a la dirigencia es que ande
dando bandazos sin estrategias, para ellos no se puede medir el tiempo como se
mide la de cualquier ciudadano. Un dirigente tiene su momento, si pela el
escalón por improvisado ya no podrá levantarse más, la sociedad lo cobra con
sobrada justicia y para ello no se toma mucho tiempo lo hace rápidamente porque
la masa no está para bollos. Ha sido demasiado tiempo y demasiados errores.
Esto ha sido una carrera de alta resistencia y estamos muy cansados. A mí el tiempo
me inhabilitó por mes y medio y sigo convaleciente pero me dio la oportunidad
de descansar y leer con atención a los otros. Independientemente de las
posturas asumidas en esta última disyuntiva y de tener una posición al
respecto, no puedo sino darle la razón al desespero que tenemos y que causa esa
sensación de que no pasa nada. Y sí pasa, el tiempo no se detiene y los
acontecimientos están el pleno desarrollo. Aunque nada veamos, aun, con
claridad. No puedo dejar de ser solidaria con todo aquel que quiere lo mismo
que yo. No soy política de oficio, soy una simple ciudadana. Y tengo la mala
costumbre de no ser iracunda, disculpen la beatitud.
Así que nuestro presente está signado por los acontecimientos
pasados y lleva en sus entrañas el germen del porvenir como sabiamente apuntó San
Agustín, en aquellas reflexiones sobre el tiempo. Al buen estratega, que lo
habrá (aunque pareciera anda escondido) debe leer con atención los signos que
ya están presentes en nuestro presente y que anuncian el porvenir que deseamos,
siempre y cuando las acciones adecuadas nos conduzcan a él. Fernando Savater
expresa en una corta frase lo que me pareció casi una poética “Mutilar el
presente del recuerdo del pasado y de la expectativa del futuro es dejarlo sin
espesor, sin sustancia”. Y sin sustancia quedaríamos también los seres humanos.
No creo que tengamos un destino signado, tenemos capacidad, o debemos
encontrarla, para dirigir nuestro destino, es en ello que reside la anhelada
libertad. Quizás los que sí tienen su destino signado son precisamente los
autores de esta tragedia, porque se encaminaron a su propia destrucción, alargan
su agonía porque le temen al final trágico que les espera. Los coros cantan.
Eso sí, no hay calma, no hay tiempo. Ese tiempo, el
implacable, el que pasó…