Si hay algo que debería asombrarnos es nuestra capacidad del
disfrute de la vida que tanto dolor no ha podido erradicar. Mientras más tratan
de aplastarnos, los abusadores de oficio, más se manifiesta la rebeldía y la
certeza de no dejarnos. Las ganas de poder vivir saboreando cada detalle de
nuestro entorno, la alegría de vivir. En este momento es indetenible la fuerza
que nos dio haber estado juntos, todos sin distingos, en la meta común del
rescate de nuestra libertad. Lo logramos y ya es imposible que nadie nos
detenga, muy pronto Venezuela volverá a ser libre, está escrito en cada
sonrisa, en cada gesto de valentía, en las acciones decididas que se observan
en todo el país. Enfrentar a un dictador no es fácil y nuestra forma
desenfadada de hacerlo revela que ni siquiera a un tirano nos lo tomamos con
excesiva seriedad y trascendencia. Nos burlamos de semejantes adefesios por
todos los medios y rendijas que se nos pongan a disposición. La Toma de Caracas
fue nuestro gesto épico y la abuelita correteando al tirano, con una cacerola,
la muestra más fehaciente de la valentía del ciudadano.
Los que somos y vivimos aquí quizás estos gestos nos parezcan
hasta cotidianos, pero traten de imaginar a alguien que nos observa desde
afuera. Imaginen su cara de sorpresa al ver un presidente corriendo e
insultando a una viejita, cacerola en mano, que burló el cerco militar para
manifestar su rechazo a un indigno jefe de Estado. De verdad que semejante
imagen tiene que llenar de júbilo y sorpresa a los amantes de la libertad. Es
que no se deben tomar muy en serio a estos canallas, no se debe perder nunca la
perspectiva de que son tan vulnerables o más, de lo que nos hacen sentir a
nosotros. Que van al baño, que lloran, que les da miedo, que enloquecen, y que
atropellan, torturan y matan para hacer realidad un delirio que termina por
devorarlos a ellos mismos, se fagocitan. La alegría se desborda en nuestro país
y nos reconcilia con lo que somos y nunca vamos a dejar de ser cómplices en el
afecto y en la libertad. No todos, por supuesto, pero si la mayoría.
Como nos dice Savater, no todo vale por igual, hay razones
para preferir un tipo de actuaciones sobre otras. La mayoría de las reacciones
y las preferencias surgen de un núcleo íntimo que está más allá de la razón,
surgen de una emoción muy arraigada que nos acompaña desde muy temprano en
nuestras vidas. No estamos educados en una ética del sufrimiento, estamos
educados en un ambiente que nos arrulló con boleros, rancheras y tangos desde
la cuna. De nada vale esas órdenes que se imparten: no vayan a bailar, no
sonrían para no dar la impresión de que aquí la pasamos muy bien, no se pinten
las caras de colores nacionales, no, no…..De qué sirve si aquí se baila, se
sonríe sin tener muy clara conciencia de lo que se está haciendo. No afirmamos
que esta manera de ser no tenga sus inconvenientes, las tiene y mucho, pero no
se puede negar que es la mejor manera de vivir porque al fin y al cabo de
sufrir no nos salva nadie, ni nada.
No, no pudieron quitarnos el placer de vivir, el placer de
saborear cada detalle de nuestra existencia por más estrecha que nos la fueron
poniendo. Jamás desapareció el humor, ni nuestras costumbres de sentarnos
alrededor de una mesa e intercambiar buenos ratos con amigos y una botella de
vino. No desapareció el ruido en los restaurantes, ni las risas estruendosas a
las que estamos acostumbrados. No desapareció nunca el deleite por una buena
comida y por un ambiente acogedor y sensual. No desapareció nunca el goce de un
buen teatro, un concierto, la lectura y la creación. Ha sido duro, muy duro
pero el núcleo genético permaneció intocable. Por supuesto, no se entendía,
pero así ha sido.
Se notará que hablo en pasado porque ya esto cambió, solo
cabe esperar cual es la vía que escogen los irremediablemente caídos: aceptan
el Revocatorio, negocian una salida o simplemente escapan, veremos. Y ese día,
el júbilo será indescriptible y la celebración será nacional, así somos y así
seremos. Ya tendremos tiempos de
análisis (nunca faltan) y de volver a una realidad, pero la fiesta no va a
escatimar en gastos. Después se pagará. Así es, somos Nietzscheanos, amamos
apasionadamente y tenemos al humor como estrategia para soportar la verdad. Nietzsche, el filósofo que optó por la alegría
en contra del nihilismo, junto a Spinoza. La ética de la alegría como tan bien
la asumió y vivió Savater. La vida es placer y es dolor, pero muchos son los
que se instalan en uno o en el otro y así pierden un equilibrio vital. Las
personas que hemos vivido este tiempo de maltrato es inevitable que se nos noten
nuestras cicatrices, pero si no conservamos esas ganas de vivir con placer, si
perdemos la capacidad del disfrute de los pequeños y de los grandes eventos que la vida nos ofrece, estaremos
muertos antes de tiempo, sin remedio. Esa es la verdadera y única decadencia.
La más terrible tiranía es el dolor y contra ese inevitable
flagelo hay que luchar con la alegría. Así que esas voces que se hicieron, por
cierto, muy patentes en estos días restándole el valor que merece nuestra
lucha, no hacen sino demostrar una amargura que dejaron anidar en sus
corazones, es lamentable, y sin ninguna duda este no es un país que les
prestará la más mínima atención. Suenan como desconocidas, como provenientes de
la ultratumba. No es que nos burlemos, es que no entendemos.
Como fue el eslogan de la campaña publicitaria por el plebiscito
en Chile, digamos con ganas “Venezuela la alegría ya viene”. Decimos nuevamente
un “si” por la vida y un “si” por la alegría.
Hoy: 7 de Septiembre, descubro este blog. Me trasladó a un mundo de verdades que por fin llega sin velos a mi deseo de conocer la verdad. Admiro ese pueblo en profundidad y es grato encontrar un escrito donde detalla la realidad que le toca vivir. ¡Adelante Venezuela!
ResponderEliminarGracias Yolanda por tus palabras que nos acompañan. Saldremos de este horror, eso es seguro y celebraras con nosotros. Un abrazo
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